Continúan los diálogos y discusiones con respecto
a Jesús, después de la multiplicación de los panes y de los peces (evangelio de
hace dos domingos); no comprenden –o no quieren comprender– que Jesús sea el
«pan de vida» (domingo pasado).
Jesús aprovechará para ofrecerles –para
ofrecernos– una catequesis alrededor de dos ideas centrales y complementarias:
la Palabra y la Eucaristía.
La primera es sobre la Palabra. Invita a sus
interlocutores a leer, a escuchar la Palabra de Dios. Y, por eso, recuerda lo
que han dicho los profetas; invita a escuchar «lo que dice el Padre»; apremia a
creer en la Palabra de Dios: «tiene vida eterna». El que «escucha lo que dice
el Padre y aprende viene a mí», afirmará. Es escuchar y aprender; es escuchar y
llevar la Palabra a la vida. La Palabra nos habla de Jesús, nos acerca a Jesús.
Y es que Jesús es el «pan vivo», segunda imagen de
su catequesis. Jesús se ofrecerá en sacrificio de amor por todos los hombres y
todas las mujeres. Y esa realidad de amor inconmensurable se actualiza en cada
eucaristía. Es una realidad de amor y de vida: «el pan que yo daré es mi carne
para la vida del mundo.» No podemos separar estas dos realidades, la Palabra y
la Eucaristía: una nos lleva a la otra y viceversa. Ambas juntas –en nosotros y
con nosotros– son capaces de cambiar la sociedad, el mundo, de cambiarnos.
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