Este domingo el evangelista afirmará que no todos entienden
el mensaje de Jesús, incluso entre sus discípulos, entre sus seguidores:
«muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él», lo
encuentran duro, difícil. Esta es una circunstancia que se repetirá muchas
veces, también en nuestros días. En cuantas ocasiones sentimos cierto complejo
a la hora de manifestarnos como cristianos en nuestros ambientes de ocio, de
amistad, de trabajo… No siempre estamos plenamente convencidos que la sociedad
actual de la tecnología, de la ciencia, de la informática, de Internet, de la
globalización, etc., de la que formamos parte sea compatible con nuestra fe,
con asistir a la eucaristía dominical, con nuestras creencias religiosas. ¡No
cuadra! Sentimos, o podemos sentir, cierto complejo: ¿no estaremos
equivocados?; ¡todo el mundo piensa de otra manera!; ¿porqué yo he de ser
distinto/a?
La respuesta de Simón Pedro es un reto a nuestras
vidas: «Tú tienes palabras de vida eterna.» ¿Yo también creo que la Palabra de
Jesús es vida eterna? ¿Estoy persuadido/a que sin Jesús mi vida, nuestra vida
es un sinsentido?: «Señor, ¿a quién vamos a acudir?»
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