Continuamos –éste es ya el cuarto domingo– con el
tema de Jesús «pan de vida». En el evangelio de hoy se subraya el aspecto
eucarístico. Jesús se nos da como alimento y como bebida en cada Eucaristía.
Invita a todos, a todas a participar de esta realidad: «el que come este pan
vivirá para siempre.» Es el pan de vida, el pan de vida eterna, sin fin.
La Eucaristía nos permite pregustar lo que será la
vida eterna, participar de ella, anticiparla en cierta manera. Y para ello,
Jesús se valdrá de dos elementos cotidianos: el pan y el vino. El pan es la
comida de todos, también de los pobres; es un alimento de todas las mesas. Es
un alimento sencillo y cotidiano. Jesús se quiere identificar con él. Es un
alimento para compartir, en el que se hace presente la entrega hasta la muerte
de Jesús.
El vino es otro tipo de alimento, algo distinto
del pan. Es, en toda la cultura mediterránea, la bebida festiva. En la mesa de
los pobres sólo se bebía vino en las fiestas. La Eucaristía es también
festividad, celebración. Jesús se ha querido valer de estas dos realidades para
«hablarnos» de sacrificio, de amor, de donación, de fiesta, de vida, de
eternidad. La vida cristiana es una invitación a vivir y compartir estas
realidades en plenitud.
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