Seder de Pesaj (Pascua judía) |
Quiero señalar dos características —no son las únicas, pero
quizás las más significativas— que marcan la diferencia, una diferencia
esencial. El sacrificio de Cristo es universal, ofrecido por toda la humanidad,
sin excepciones: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos». El amor de Dios se ha derramado, de una forma única, en la cruz de
Cristo. Y esta oblación es eterna: «una vez para siempre»; trae consigo «la
promesa de la herencia eterna» (segunda lectura). La universalidad y la
definitividad la definen.
La Palabra de Dios hecha carne en Jesús nos recuerda esta evidencia
de amor sobreabundante de Dios. No podemos, no tenemos derecho, a permanecer
impasibles ante esta realidad. Hemos de compartirla con todos, la hemos de
convertir en la brújula de nuestra vida personal y comunitaria.
Es impresionante lo que ha hecho por nosotros, la salvación que nos ofrece, su cuerpo y su sangre en la Eucaristía
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