Dios es Padre, es Abbá, leemos en la segunda lectura
de la carta a los cristianos de Roma. Es criterio ampliamente aceptado entre
los estudiosos que ésta expresión, de estrecha intimidad, es no sólo con la que
Jesús se dirigía a Dios-Padre sino la forma de iniciar habitualmente la oración
en las primeras comunidades cristianas. Los primeros seguidores de Jesús se dirigían
a Dios llamándole abbá, papá.
El Dios que nos muestra Jesús es un Dios entrañable,
amoroso, respetuoso con todos y cada uno de sus hijos y de sus hijas. Un Padre
todo bondad y todo amor, un Dios-Abbá.
Y nos invita a formar parte libremente de su familia, de la
familia trinitaria y, también, a que nuestras comunidades sean un reflejo de
este amor sin fisuras.
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