La
experiencia de la resurrección, que nos narra hoy el evangelio de Juan, acontece
el primer día de la semana, es decir, el domingo. Éste día, el de la
resurrección de Jesús, será a partir de entonces el que sustituirá el sábado
judío. En aquella celebración se conmemoraba tanto el final de la creación, de
la que el ser humano es el culmen, como la experiencia liberadora del Éxodo
para el pueblo de Israel. Ahora celebramos la nueva creación que la
resurrección de Cristo ha inaugurado; la liberación universal de toda la
humanidad del mal, de la injusticia, de cualquier tipo de esclavitud; el
nacimiento del nuevo Pueblo de Dios.
Es
una experiencia de paz, de felicidad, de perdón, de amor, de Espíritu Santo, de
fe. Todos estos elementos están presentes en el texto que meditamos. Cada uno
de nosotros y de nosotras estamos invitados, tanto personal como
comunitariamente, a experimentar esta realidad. Lo realmente importante no es
tanto la «experiencia física» de la resurrección: «Dichosos los que crean sin
haber visto» Lo definitivo es el encuentro con Cristo resucitado. Un encuentro
que transforma nuestras vidas, nos hace vivir más felices, nos posibilita amar,
nos invita al perdón… ¿Es posible este cambio en mi vida, en mi familia, en mi
comunidad?
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