Montaña de las tentaciones |
Aún casi
estamos con el regusto de la Navidad, y volvemos a celebrar la Cuaresma; otro
de los «tiempos fuertes» eclesiales. La Cuaresma son cuarenta días que nos
preparan para el gran acontecimiento de la Pascua; no podemos perder nunca de
vista esta perspectiva.
En este
primer domingo de Cuaresma la liturgia nos invita a contemplar la estancia de
Jesús en el desierto –durante cuarenta días– como preparación a su vida
pública, a la proclamación de la «buena noticia» de la llegada del Reino de
Dios, donde cada hombre y cada mujer son invitados a ver en el otro a la
hermana y al hermano. La narración del evangelio de Marcos –que corresponde al
ciclo litúrgico B en el que estamos– es la más breve. Pero eso no impide que
esté cargada de contenido.
Jesús en
el desierto se está preparando, a través de un tiempo de oración y de
«desierto» (de soledad, sólo con Dios), a lo que se conocerá como su «vida pública».
La buena noticia del Reino no se puede improvisar. El plan amoroso de Dios para
la humanidad ha de ser proclamado con toda su fuerza transformadora.
Inmediatamente después del periodo de desierto, Jesús comienza a anunciar la
inminencia de la llegada del Reino de Dios. ¡Hay que estar preparados! La
aceptación del mensaje de Jesús exige un cambio de vida. Es necesario modificar
nuestros esquemas, creer en la buena noticia que proclama Jesús, empeñarnos en
hacer presente en nuestro mundo los valores del Reino de Dios.
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