Río Jordán, donde bautizaba Juan Bautista |
Juan
Bautista continuará con la misma actitud de humildad, que ya descubrimos el
domingo pasado. Él no se predica a si mismo como hacen otros, comentábamos.
Quiere que todos sigan a Jesús, incluso aunque eso signifique que a él lo dejen
solo.
Es
curioso que el narrador recuerde incluso la hora, «serían las cuatro de la
tarde», de un encuentro que ha marcado la vida, la existencia de los primeros seguidores de Jesús.
El encuentro con Jesús, si es auténtico, deja una huella imborrable.
También
llama la atención la forma en que los diversos personajes conocen a Jesús. Los
dos primeros son a iniciativa de su antiguo maestro Juan Bautista. Andrés, uno
de estos dos, invita a su hermano Pedro a que conozca al Mesías. Si siguiésemos
leyendo el texto veríamos aumentar esta cadena de invitaciones de unos a otros
a encontrarse con Jesús.
La
experiencia de Jesús ha sido, es indescriptible. Es tan extraordinaria la
impresión de quienes la han experimentado que sienten la necesidad de
compartirla con otros. «Hemos encontrado al Mesías… Y lo llevó a Jesús» No
pueden guardarse para ellos solos aquello que perciben que les llena el corazón
de gozo.
Nosotros,
nosotras, tú, yo… ¿experimentamos esta necesidad gozosa de llevar a Jesús a los
demás, de proclamar los valores del Reino, de compartir esta gran noticia?
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