El
evangelista Marcos, el domingo pasado, nos hablaba de Jesús «buena noticia», este
domingo, el evangelio de Juan, nos presentará a Jesús como «luz del mundo». De
Él Juan el Bautista da testimonio. Ante la magnitud del misterio de Jesús, sólo
podrá afirmar «no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Pero señalará
también una nueva actitud que se une a las contempladas los dos domingos
anteriores (vigilancia y cambio de vida): «allanad el camino del Señor»,
citando al profeta Isaías.
El
verbo, la acción allanar implica en unas ocasiones rellenar y en otras aplanar;
suplir las carencias y rebajar los salientes que estorban; en concreto,
facilitar el camino. Ésta es una condición necesaria para recibir al Señor que
viene. En nuestra vida y en las de los que nos rodean hay situaciones, estilos
de vida que dificultan, o incluso que pueden imposibilitar que la «buena
noticia» de Jesús «cale». Hemos de convertirnos en otros «bautistas» que
preparan, que allanan el camino del Señor. Él se quiere hacer presente, nos
ofrece su amor infinito de manera incondicional. Pero no siempre estamos
dispuestos a recibir el amor de Dios que Jesús nos ofrece. Cuantas veces no
queremos amar ni dejamos que nos amen con nuestra soberbia, nuestro egoísmo e
incluso nuestros complejos (de inferioridad o de superioridad, que para el caso
es lo mismo). Eso es lo que hay que «allanar».
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