Aún quedan algunas semanas para comenzar el tiempo litúrgico
de Adviento, pero las lecturas de estos últimos domingos del tiempo ordinario
nos preparan para esa celebración.
La parábola de las diez doncellas, cinco necias y cinco
sensatas, es una llamada de atención para estar siempre vigilantes, constantemente
en vela. El evangelio no está hablando de estar nerviosos o estresados ante un
dios justiciero. Pero sí que está poniendo en guardia ante una religiosidad
desvinculada de la vida, ante una existencia en la que hay parcelas (una vela a
Dios y otra al diablo, se dice en mi tierra). El estar siempre preparados sólo
quiere decir eso.
El seguimiento de Jesús implica ser sus discípulos las 24 horas
del día, no de forma intermitente. Jesús nos está pidiendo que nos impliquemos
en la construcción del Reino de Dios. Nos está invitando a hacer este mundo más
habitable; a que la existencia cotidiana, las instituciones, la política, las
relaciones sociales… respondan al plan amoroso original de Dios. No podemos, no
debemos, estar con las lámparas escasas de aceite; sino con las alcuzas de
aceite llenas, desbordantes: «velad, porque no sabéis el día ni la hora»
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