La
escena que nos presenta el evangelio de este domingo no es inocente. La
pregunta que hacen a Jesús sobre el pago del impuesto a Roma no busca la verdad
sino comprometer a Jesús. Por eso Jesús les llama hipócritas. Cuanta hipocresía
puede haber en nuestras preguntas e incluso en nuestras actitudes, cuando no
buscamos la verdad y el bien sino el hundir, el ridiculizar al que tenemos
enfrente, al que consideramos nuestro adversario. Jesús no soporta estas
actitudes. Esta forma de actuar no es de los que dan «a Dios lo que es de Dios»
La
respuesta de Jesús está en esta línea. Aquellos que le interpelan no les
repugna llevar en el bolsillo monedas con la efigie del emperador, lo que
facilita la réplica de Jesús: «pagad al César lo que es del César». Pero lo
nuclear de la respuesta de Jesús está en la segunda parte: «a Dios lo que es de
Dios». Nuestras vidas llevan grabadas la
imagen de Dios, y nuestra existencia ha de ser una respuesta a esta
realidad. Le debemos a Dios la existencia, el sentido de nuestra vida, el amor
entrañable que derrama sobre todos y cada uno de nosotros cada día, el don
precioso de la fe, la salvación otorgada en Jesús, el reconocernos y ser hijos
e hijas de Dios y, por tanto, hermanos de toda la humanidad… Dar a Dios lo que
es de Dios es entrar en una dinámica bien distinta de la actitud hipócrita, que
no busca ni la verdad ni el bien; es unirse a la forma de ser de Jesús y a su
mensaje que acoge a todos.
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