Son las mujeres las primeras testigos
de la Resurrección
de Jesucristo. Son ellas las que escuchan el mensaje que transformará la
existencia humana: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No esta
aquí. Ha resucitado» Pasan del desconcierto y el miedo a convertirse en
proclamadoras de la Buena
Nueva. Jesús ha querido que sean ellas, las mujeres,
consideradas entre sus contemporáneos como incapaces de ser testigos válidos,
las enviadas a los discípulos como testigos privilegiados de la realidad más
profunda del misterio de Jesús. Dios Padre ha resucitado a Jesús: ha pasado de
la muerte a la vida, a una vida que ya no tiene fin. ¡Alegrémonos porque
verdaderamente ha resucitado el Señor!
sábado, 30 de marzo de 2013
Domingo de Pascua de Resurrección - Lc 24,1-12
Hoy
celebramos el triunfo de la vida. Comentábamos el «Viernes Santo»: la muerte no
tiene la última palabra; y hoy lo constatamos en la resurrección de Jesús. Pero
nos cuesta convencernos de esta realidad: lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Los discípulos no creen a las mujeres que anuncian que Jesús ha
resucitado. Nuestra visión pesimista de las cosas, del mundo, de la vida nos
dificulta (o imposibilita) el ver la realidad que nos rodea con esperanza, con
vitalidad, con auténticos ojos confiados. El Dios de Jesús es un Dios de vida.
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