El texto que leemos este
domingo es continuación del domingo pasado. La actualidad de la Buena Noticia
que trae Jesús en muchos se traduce en admiración y aprobación. Jesús invita a
que las cosas cambien, a reconocer la actualidad transformadora de la Palabra
de Dios.
Pero este entusiasmo parece
que no es general. Hay un grupo, seguramente muy influyente, que busca
desacreditar a Jesús. Se preguntan, o mejor preguntan públicamente, en qué es
diferente Jesús a los demás, para arrogarse una dignidad que según ellos no le
corresponde. Cómo va a ser el Mesías un artesano manual, el hijo de un
carpintero. Que difícil resulta a veces descubrir la acción de Dios en lo
cotidiano, en lo sencillo, en lo aparentemente no importante.
Jesús se
asombra de la incredulidad, de la falta de fe de sus paisanos. Es imposible que
se manifieste la acción de Dios cuando no hay fe. Sus compatriotas no entienden
que Dios se muestre en lo sencillo, en la humildad, en lo simple.
Y, en
cuantas ocasiones, las actitudes de cerrazón desembocan en ira, en violencia,
en falta de respeto hacia el otro; como las de estos paisanos de Jesús. Él no
se puede manifestar en este ámbito: se abrió paso entre ellos y se alejaba.
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