Niños palestinos |
Jesús, una vez más, les va instruyendo sobre su
final trágico, su escarnio y su muerte, pero, también, sobre su resurrección.
El mal, en el plan de Dios, no tiene la última palabra. En cambio, los
discípulos van discutiendo sobre quién es el más importante. Es la paradoja del
mundo, de la que no escapan los seguidores de Jesús, ni siquiera la primera
comunidad. Frente a un Jesús abierto a todos, comprometido con la causa del
Padre, donde todos los hombres y todas las mujeres son acreedores de la misma
dignidad, ya que todos y todas son hijos del mismo Padre; los discípulos están
preocupados y ocupados en discutir sobre su parcela de poder.
La respuesta-imagen de Jesús es tajante, no admite
componendas ni interpretaciones reductoras. Pone en medio de ellos un niño,
imagen de lo más débil e insignificante en una sociedad que sólo contaban los
adultos varones. Y afirma: «Quien quiera ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos» En la comunidad cristiana el valor de
lo pequeño es lo definitivo, todo lo demás se aparta del mensaje de Jesús.
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