Comentábamos
la semana pasada el temor de Jesús a la incomprensión de su mesianismo, de su
misión, de su predicación, de sus acciones sanadoras. Y, por eso, pregunta, a
sus discípulos, a los más íntimos, por la opinión que la gente tiene de Él.
Las
respuestas son diversas, quizás insuficientes, pero todas positivas: no debemos
menospreciar las opiniones sobre Jesús entre algunos jóvenes o entre muchas
personas de nuestro entorno actual por el hecho de ser insuficientes; son un
primer paso.
Aunque
a Jesús lo que realmente le interesa es la respuesta de sus discípulos. La contestación
vendrá de labios de Pedro, quien representa la opinión del colectivo: «Tú eres
el Mesías» Pero, ¿verdaderamente, los discípulos han entendido a Jesús?; ¿han
alcanzado a percibir el alcance de su reconocimiento como Mesías? El narrador
tiene interés en señalar que no. La reacción de Pedro, intentando apartar a
Jesús de su final trágico, consecuencia de su predicación y de su forma de
actuar, es prueba de que no han comprendido nada.
La figura de Jesús, el seguirlo, también hoy
produce equívocos e incomprensiones. El ser cristiano implica poner «toda la
carne en el asador», comprometer la existencia en la «buena noticia» predicada
y vivida por Jesús. Y no siempre es fácil.
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