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Lugar de las bienaventuranzas |
Hoy
celebramos la fiesta de «Todos los santos» y la liturgia nos la recuerda con el
texto de las «Bienaventuranzas», en el evangelio de Mateo. La Iglesia nos señala
que el camino de la santidad pasa por la opción por los pobres, por los
desconsolados, por los que sufren, etc. De ellos, afirma el evangelio, es el
reino de los cielos. Más, aún, asevera que ellos son los «bienaventurados», los
felices, implicando a toda la comunidad eclesial para que esta promesa se
convierta en realidad aquí y ahora, sin esperar a la otra vida, donde se
cumplirá en toda su plenitud. Pero ya es (en presente) de ellos el reino de los
cielos; pueden ya estar «alegres y contentos», aunque la recompensa, su
plenitud, todavía no es definitiva en esta vida.
La perspectiva que nos muestra el
evangelio es bien distinta a la realidad que vivimos en nuestro mundo. Implica
una forma de vida diversa: lo prioritario no es el tener, si no el ser; los
importantes no son los ricos, famosos y poderosos, si no los que no tienen
nada, los «machacados» por la vida, los que son capaces de padecer con el
sufrimiento del prójimo, los que se empeñan en que vivamos en un mundo de paz.
Los santos y las santas son aquellos que han puesto toda su vida al servicio
del «plan de Dios» para la humanidad, resumido en el sermón de la montaña.
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