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Samaritanos actuales |
Con
que frecuencia caemos en expresiones excluyentes: “éste o ésta no es de los
nuestros”; “es extranjero/a”; “no se esfuerza por aprender nuestra lengua,
nuestra cultura”; “que se vaya a su tierra”; “nos quita el trabajo”; “para ellos
son todas las ayudas sociales”; “que trabajen”; etc. En el fondo esta actitud
responde a no considerar al otro como un igual: los extranjeros son los
“otros”, no son de los “nuestros”.
Jesús, en el evangelio de este
domingo, nos muestra cómo Él no hace acepción de personas, no pregunta de dónde
es cada uno para ofrecer su curación gratuitamente, la salvación que libera.
De forma inexplicable el único que
vuelve a dar gracias, «alabando a Dios a grandes gritos», es un samaritano, un
extranjero. «¿Dónde están?», preguntará Jesús, los otros nueve que no eran
extranjeros, los que son de los “nuestros”, los de nuestra tierra, los que
viven, hablan y piensan como nosotros. ¿No tienen necesidad de ser agradecidos,
de dar las gracias?
Jesús señala la gratitud de este
extranjero, su fe profunda, su actitud abierta. Todo ello, bien diferente, de
aquellos otros que se consideraban del pueblo elegido, personas religiosas,
pero incapaces de “sorprenderse” ante el don gratuito de Dios, de considerar
que dicho don no conoce fronteras.
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