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Oración comunitaria |
La fuerza de la oración es incalculable. Bartimeo ruega, con
todas sus fuerzas y toda su voz, al escuchar que pasa Jesús (ya que es ciego y
no puede verlo): «Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí» Su súplica es una
oración que nace de la fe. Tiene tanta fuerza su oración que se ha convertido
en una forma de oración habitual entre los cristianos orientales: la repiten,
al ritmo de la respiración, haciendo una oración continuada, insistente,
repetitiva…, desde la confianza, desde la fe.
Sólo la fe, la oración confiada produce el milagro. El
relato evangélico es una catequesis sobre la fe; sin ella estamos ciegos. Como
Bartimeo necesitamos desprendernos del «manto», de todo lo que nos ata a
nuestro pasado, a nuestra ceguera, y dar «un salto» a una nueva realidad, la
Buena Noticia de Jesús: «Y al momento recobró la vista y lo seguía por el
camino» Apuntémonos a esta novedosa perspectiva, a los valores del Reino, al
seguimiento de Jesús: ¡vale la pena!
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