En su escala de
valores no hay lugar para los pobres, para los necesitados, para practicar la
justicia; cree que es suficiente con «cumplir» Cuando Jesús le pide más…
«frunció el ceño y se marchó pesaroso» Perdió la gran oportunidad. Nosotros,
comunidad de creyentes en Jesús, corremos el mismo peligro: somos religiosos,
hacemos oración, participamos de la Eucaristía, cumplimos, más o menos, los
mandamientos…, pero ¿estamos dispuestos a más? ¿Estamos resueltos a renunciar a
nuestros apegos: dinero, prestigio, comodidad… para seguir a Jesús, para servir
a los demás?
martes, 9 de octubre de 2012
Domingo XXVIII del tiempo ordinario - Mc 10,17-30
No somos buenos, por
mucho que nos lo creamos: «no hay nadie bueno más que Dios», dirá Jesús.
Nosotros podemos participar, en mayor o menor medida, de esa bondad pero sólo
Dios es bueno. Necesitamos una cura de humildad para no creernos mejores que
los demás, sólo Dios es bueno. El personaje que sale corriendo hacia Jesús se
cree bueno, cumple los mandamientos «desde pequeño»…, pero está apegado a sus
bienes. Eso le imposibilita para seguir a Jesús. ¡Qué difícil es liberarse de
los apegos!
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