Lugar de la multiplicación de los panes y los peces |
La eucaristía nos introduce en una vida nueva, la vida de
Dios. Jesús ha querido que podamos ya degustar, aquí y ahora, la vida que
disfrutaremos plenamente en el cielo. Eso es lo que posibilita la Eucaristía.
Más aún, Jesús ha decidido quedarse con nosotros y el lugar que ha elegido es
nuestro interior, convirtiéndonos a cada uno de nosotros y de nosotras en su
templo: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él»
Nuestra vida ha de traslucir, reflejar las palabras y los
gestos de Jesús: su preocupación exquisita por los débiles, por los marginados;
su entusiasmo por los valores del Reino; su empeño en que todos reconozcan en
el otro al hermano, a la hermana; su necesidad de encontrar momentos de
intimidad con el Padre… ¡Lo llevamos dentro!
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