La angustia, la enfermedad, el dolor, la muerte… son
connaturales al ser humano. Por más que, en nuestra sociedad actual, los
intentemos disimular, esconder, eludir. Jesucristo se ha solidarizado con el
sufrimiento humano, ha querido compartirlo e incluso padecerlo en sus propias
carnes; sin paliativos. Esto recordamos cada viernes santo y, también, cada
Eucaristía. Aunque lo realmente esperanzador es que el mal, el sufrimiento, la
muerte no son la última palabra de la existencia humana. Nosotros esperamos la
resurrección, la Pascua definitiva. Dios siempre está de nuestro lado, es el
Dios de la Vida.
viernes, 6 de abril de 2012
Viernes santo - Jn 18,1–19,42
Hoy escuchamos, en la celebración litúrgica del Viernes
Santo, la Pasión de Jesús, narrada en el evangelio de Juan. Actualiza los
momentos más dramáticos, más trágicos de la vida del Maestro, comenzando por la
traición de uno de sus íntimos, de sus mejores amigos, y la negación y abandono
de los restantes. El dolor y el sufrimiento son difíciles, mucho más si estás o
te sientes solo.
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