Una de las primeras cosas que nos recuerda el
evangelio de esta celebración es la necesidad de la humildad, de «huir» de la
notoriedad, del aplauso, de la fama: «no practicar vuestra justicia delante de
los hombres para ser vistos […]; no vayas tocando la trompeta por delante
cuando hagas limosna […]; no gustes de rezar (de manera ostentosa)… para que te
vea la gente […]; no andes cabizbajo y con la cara desfigurada cuando ayunes…»
La vivencia de la fe es otra cosa; la
religiosidad auténtica está reñida con estas actitudes. Hay que practicar la
justicia, hay que hacer oración, hay que practicar la misericordia con quien lo
necesita, hay que saber desprenderse de lo superfluo… pero de forma sencilla,
natural, modesta, cristiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario