Los textos que envuelven litúrgicamente la celebración de hoy nos hablan de promesa (en la primera lectura y en el salmo), de promesa mesiánica hecha a David, cumplida generosamente en Jesús, podemos añadir. Aunque también hablan de fe, de la fe de Abraham (segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Romanos); una fe en las promesas y en la Alianza divina.
José, el esposo de María y que hará, a todos los efectos, de padre de Jesús, es un hombre de fe, que confía sin fisuras en la promesa y en la Alianza de Dios. Es un hombre justo, alguien que vive cotidianamente la voluntad de Dios en todos los aspectos de su existencia; una persona de bien, que no desea el mal a nadie, sino que procura en todas sus acciones lo mejor para todos los que le rodean. Ésta es la imagen que nos describen los «relatos de la infancia de Jesús», en los evangelios. Por esta razón, tendrá una misión importantísima, imprescindible en la economía de la salvación, aunque eso sí lo hará de una forma casi «invisible»: él no es el importante, él no es el que ha de sobresalir; pero sin su labor hubiese sido, yo diría, casi imposible. Toda una figura a contemplar y a imitar en nuestra vida.
Personalmente, José, siempre me ha inspirado mucha ternura. En su tiempo, tuvo la bondad de aceptar una mujer embarazada...suerte que le apareció un ángel para decirle que no temiese, porque lo que le ocurrió a María era difícil de creer. Actualmente, cuantas veces hemos oído almas malintencionadas o graciosillas haciendo broma sobre la credulidad de José.
ResponderEliminarRealmente es una figura discreta, admirable, gracias a la cual Jesús y María no fueron señalados no proscritos en aquel NAzaret de hace 200 años.
Aquel NAzaret de hace 2000 años !!! no 200
ResponderEliminar