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Ricos y pobres |
En
el evangelio de este domingo encontramos un fuerte contraste: por un lado los escribas y
gente rica, por otro una viuda pobre.
Los
escribas, nos cuenta el evangelista, les gusta alardear; les agrada la fama,
los puestos de honor; les encanta que los demás hablen bien de ellos y los
tengan por personas de bien; pero, en realidad, son injustos en su forma de
actuar. Todo es apariencia externa. De forma similar, en la escena de «Jesús
sentado enfrente del arca de las ofrendas», son presentados un grupo de ricos,
de acaudalados, que de forma ostentosa echan al arca sus grandes limosnas, cosa
que no afectará prácticamente a su boyante economía.
Entra
en escena una viuda pobre. Dos palabras, viuda y pobre, que concretan la
situación de precariedad extrema del personaje. Pero su pobreza no llega a su
corazón, es de una grandeza a la que no llega ninguno de los personajes
anteriores. Su ofrenda es pequeña, dos monedas insignificantes, pero ha
implicado su vida, su futuro: «ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que
tenía para vivir», dirá Jesús.
La
narración invita a un serio examen de conciencia. ¿Hasta dónde estoy
dispuesto a ser generoso con mi dinero, con mi tiempo, con mi vida…? Recuerdo
un comentario de alguien muy querido que decía: «hasta que me duela»
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