El tema de la
paz es una constante en el evangelio de este segundo domingo de Pascua. Jesús comunica
en tres ocasiones la paz a sus discípulos: «Paz a vosotros». Y junto a esta paz
singular que trae Jesús están la fe («dichosos los que crean sin haber visto»),
el perdón amoroso («a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados») y
la alegría plena («se llenaron de alegría al ver al Señor»). Constituyen todo un
elenco de dones que Jesús da gratuitamente a todo aquel o aquella que participa
del regalo de su resurrección. Dones que son más preciosos que el oro, como
afirmará el autor de la primera carta de Pedro, referido a la fe (segunda
lectura), pero que se puede hacer extensivo al resto de dones. No sé hasta qué
punto somos conscientes de esta realidad y la gozamos personal y, sobre todo,
comunitariamente.
La primera
lectura, de los Hechos de los apóstoles, nos narra lo que ha significado la
vivencia de estas realidades en la primera comunidad cristiana. Se ha traducido
en testimonio ante el mundo de unidad, de compartir, de alegría, de oración, de
participación en la Eucaristía, de escucha atenta de la Palabra de Dios…
Toda la liturgia
de este día nos invita a vivir con intensidad esta misma experiencia. ¡Vale la
pena!
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