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Abraham, Isaac y Jacob |
Dios ama
a cada uno de nosotros de una forma singular, individual, personal. Por eso se
hace presente en nuestras vidas, en nuestra cotidianidad, en nuestra historia
personal, pero también en la comunitaria y eclesial. Y también, por esta razón,
por amor, desea que disfrutemos eternamente de su amor, del amor compartido,
pleno, total.
Esta
visión de la otra vida no tiene nada de alienante, todo lo contrario. Es una
vida que se convierte en continuidad con ésta, y sólo así tiene sentido. Dios
se hace presente en nuestras vidas, aquí y ahora, y nos ofrece vivir según su
plan amoroso. El decirle, con mi vida, sí, significa que empiezo ya a compartir
ese amor con los demás, con cada hombre y cada mujer, a los que considero mis
hermanos, y esto es el anticipo de la Vida, con mayúsculas, donde el amor será
la única puerta de entrada posible.
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