Los pocos textos de los evangelios en que aparece
José, esposo de María, son suficientes para hacernos una idea de que es un
hombre de Dios por los cuatro costados.
Es
un hombre fiel a la voluntad de Dios, una voluntad no siempre comprensible ni
fácil. Es una persona de una fe robusta, de una esperanza sin fisuras, de un
amor de donación hasta las últimas consecuencias.
Los
evangelios de la infancia nos mostrarán a un personaje que pasa casi
desapercibido. Él es el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado
Cristo. Pero, su papel aparentemente secundario será de una importancia
vital: estará al lado de Jesús durante todo el tiempo de su crecimiento. Se
preocupará, junto con María, de su cuidado, mantenimiento y educación. Le
enseñará los primeros rudimentos, le introducirá en el conocimiento de la
Palabra de Dios, le iniciará en los auténticos valores humanos y religiosos y,
sobre todo, le amará como un buen padre. Pero sabrá guardar siempre un segundo
plano, sin pretensiones, sin buscar el prestigio personal.
Cuánto
deberíamos aprender de este hombre sencillo, pero plenamente abierto a la
voluntad de Dios y al bien de toda la humanidad.
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