Iglesia de la Visitación |
El personaje principal del evangelio de este domingo es
María, la madre de Jesús. La escena transcurre entre dos mujeres, María e
Isabel. Aunque no son los dos únicos personajes de la trama. Aparte de
Zacarías, mencionado secundariamente como titular de la casa de Isabel, están
los dos niños que llevan ambas en sus vientres y el Espíritu Santo. Es
importante reconocer el papel de cada uno de estos personajes en la narración.
En la presentación de María llama la atención la cantidad de
verbos, de acciones que el narrador utiliza para describir su papel en la
escena: se puso en camino; fue aprisa; entró; saludó… Describen a una persona
puesta al servicio de los demás; que no se arredra ante las dificultades;
decidida; una persona para los demás. Quizás, por esta razón, el evangelista no
duda en otorgarla la primera bienaventuranza de su evangelio: «Dichosa tú, que
has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» Su fe
inquebrantable, su fiarse de Dios, se traduce en servicio, desde la «escucha»
atenta de las necesidades ajenas. Por eso Dios la ha elegido como madre de su
Hijo.
Isabel, su parienta,
también es testigo de la acción de Dios. Es receptora de la ayuda de María.
Pero, sobre todo, sabe «leer» en los acontecimientos cotidianos la acción
poderosa y amorosa de Dios. Su hijo, que después será conocido como Juan el
Bautista, «saltó de alegría» en su vientre. El Dios de Jesús es el Dios de la
alegría, del gozo. Será el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, quien hará
posible toda la grandeza de esta escena. Es un hacer silencioso, pero eficaz,
sobre todo para las personas abiertas a Él.
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