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Río Jordán, lugar del ministerio de Juan Bautista |
La primera lectura, del profeta Isaías, es un relato de
vocación. Una narración en la que el autor quiere subrayar cómo la elección de
Dios, su llamada, ya se hace presente, en cierta manera, desde el seno materno.
La festividad de hoy quiere recordarnos esto con respecto a Juan Bautista, el
precursor de Jesús (segunda lectura).
En la misma perspectiva, el evangelio nos presenta el nacimiento
del Bautista, un nacimiento en el que todos los presentes ―de una manera o de
otra― reconocen la elección de este niño: «¿Qué va a ser este niño? Porque la
mano del Señor estaba con él»
¿Esta llamada, la elección es exclusiva de personajes
importantes como el profeta Isaías o Juan Bautista? ¡No!, rotundamente ¡no! Cada
uno de nosotros y de nosotras hemos sido llamados, elegidos por Dios, desde el
seno materno, más aún, desde el principio del mundo, desde toda la eternidad.
Ya entonces Dios nos amaba personalmente: te amaba, me amaba; nos ama.
Nuestra vida ha de responder a esa llamada personal. La
labor que Dios espera de ti, de cada uno de nosotros y de nosotras, es
insustituible, nadie puede hacerla más que tú. Será más importante o menos
importante a los ojos de la gente, pero para Dios es única. No debo, no puedo
eludir mi responsabilidad en la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.
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