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Iglesia de la Anunciación, Nazaret |
Haciendo
un paréntesis en las celebraciones de Adviento hoy contemplamos la fiesta de la
«Inmaculada Concepción de María», la madre de Jesús.
El
evangelio que la liturgia nos propone para esta festividad es el del anuncio
del ángel, narrado por Lucas. María es elegida por Dios para ser la madre de
Jesús, la madre del Hijo de Dios; ha sido elegida desde toda la eternidad. Nos
encontramos ante un relato de vocación, en el que el Señor «llama» a alguien
–en este caso a María– para una misión especial, pero antes es necesario la
respuesta libre de la persona llamada. María da su «sí» incondicional a la
propuesta divina: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra». Lo hace consciente y libremente; está plenamente convencida que el
plan de Dios es lo mejor posible y acepta contribuir, reconociendo sus
limitaciones, a que se haga posible.
No
siempre estamos dispuestos, como lo hizo María, a poner toda nuestra vida, toda
nuestra existencia al servicio del plan de Dios. Nosotros también –guardando
las distancias– estamos llamados a contribuir al plan amoroso divino, a cambiar
este mundo en un lugar más fraternal, donde todos/as podamos desarrollar
nuestras potencialidades, donde sea respetada la dignidad de cada ser humano,
independientemente de su lugar de nacimiento, de su sexo, de su cultura o
religión.
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