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Lugar de la Ascensión, Jerusalén |
Hoy
celebramos la «Ascensión del Señor», el día en que Jesucristo, después de
resucitar, asciende al cielo y se sienta a la derecha del Padre (segunda
lectura). Pero los discípulos no quedan solos, no permanecerán huérfanos, serán
«bautizados con Espíritu Santo» (primera lectura), que les dará fuerzas para
predicar la «Buena Noticia» del Reino «hasta los confines del mundo». Más aún, les
promete, el mismo Jesús, que no les abandonará nunca, que estará con ellos
«todos los días, hasta el fin del mundo» (evangelio).
La
fiesta de hoy nos recuerda que la misión que inició Jesús la ha de continuar la
comunidad eclesial, cada uno de sus discípulos y discípulas se ha de sentir
implicado. La tarea es ingente. Otro mundo es posible, donde cada ser humano
sea respetado por lo que es y no por lo que tiene; donde toda mujer y todo
hombre consideren a su prójimo su hermana o su hermano, hijos de un único
Padre. La tarea de la evangelización no ha concluido: queda mucho trabajo por
realizar.
Es
verdad que no siempre estamos por la labor, que nos quedamos «plantados mirando
al cielo», pero sabemos que Él no nos fallará nunca y nos ayudará a salir de
nuestra apatía o desesperanza: se ha quedado con nosotros…, para siempre.