
La protagonista principal del evangelio de hoy es, junto
con Jesús, una mujer: Una mujer de la ciudad, una pecadora. El
evangelista no nos facilita el nombre de esta mujer anónima, señalada
negativamente por alguno que se creía justo y con derecho a juzgar a los demás.
Esta
mujer trata a Jesús con un amor exquisito; se siente pequeña y necesitada ante
la grandeza del Maestro. Se considera indigna y, por eso, baña con sus lágrimas
los pies de Jesús, los cubre de besos y los unge con perfume. El narrador
invita a quien lee – escucha este evangelio a identificarse con esta mujer: el
arrepentimiento, el amor y el perdón son realidades que caminan juntas. Sus
muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor. Estas palabras de
Jesús nos llenan de confianza y nos muestran el único camino de salvación, de
perdón: el amor. No todos están dispuestos a entender esta forma profética de
actuar de Jesús, no conciben que el amor es la palabra definitiva.
Aparecen
junto a Jesús en este caminar del Evangelio del Reino del amor el grupo de los
Doce, pero también un conjunto importante de mujeres: María Magdalena, Juana,
Susana y otra muchas. El evangelista ve en estas mujeres el prototipo del
discipulado.
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