miércoles, 14 de septiembre de 2011

Domingo XXV del tiempo ordinario - Mt 20,1-16


Una lectura superficial del evangelio de este domingo nos puede llevar a la conclusión de que el «propietario» de la parábola, que narra Jesús, hace un agravio comparativo con los trabajadores que ha contratado, pagando igual a los que han trabajado una hora que a los que lo han hecho durante todo el día. Pero Jesús de lo que está hablando es del «reino de los cielos», del reino de su Padre. En este reino no sirven los privilegios, ni siquiera por ser el más cumplidor, el más trabajador o el más entregado. El Padre nos ofrece el Reino como un don, gratuitamente, sin que lo decisivo sea lo que yo haya hecho.

Sí es verdad que hace una llamada a nuestra libertad, a nuestra decisión libre de aceptar trabajar en su Reino, a la que podemos renunciar, oponernos o, simplemente, no escuchar. Pero será él, si nosotros lo asentimos, quien nos regalará el Reino. Y en este Reino, curiosamente, los pequeños, los humildes, los pobres, los menos importantes, los que no cuentan son los primeros. Son las matemáticas y la justicia de Dios que poco tienen que ver con las nuestras: «los último serán los primeros y los primeros los últimos» Ese Reino ya ha comenzado; Jesús invita a la comunidad creyente a empezar a construirlo, con esas premisas que Él ha señalado.

2 comentarios:

  1. Siempre resulta difícil discernir la justicia divina con nuestras mentes aferradas al mundo, pero El no se cansa de demostrarnos que su amor supera todo lo que podamos imaginar.

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  2. El Reino de Dios es gracia, un regalo. Los privilegios en él no importan, al contrario, son los pobres y los sencillos quienes más cerca están de él...!!!

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