«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Esta pregunta de Jesús, en el evangelio dominical, sigue siendo actual. Hoy la formularíamos algo así: ¿quién es Jesús para las nuevas generaciones, para la mujer y el hombre actuales, para la juventud de hoy? Las respuestas serían (son) aparentemente algo diferentes de las que nos narra el evangelista; aunque no tanto. Jesús fue un hombre extraordinario, un revolucionario social, un líder de masas, un pacifista, un inconformista… Con algunas de estas afirmaciones los creyentes no nos sentimos, a veces, demasiado cómodos; nos resultan parciales o insuficientes. Pero no podemos perder de vista que en ninguna de estas declaraciones hay un rechazo hacia Jesús: todo lo contrario; en todas ellas hay una gran dosis de admiración y simpatía. No deberíamos perder nunca de vista esta intuición.
La respuesta creyente la efectúa Pedro, en representación de la totalidad del discipulado: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Una contestación que ni el mismo termina de comprender. Encierra el misterio profundo de Jesús: su mesianismo y su divinidad. La fe siempre es un don. No podemos nunca olvidarlo. No somos mejores que quienes no han llegado aún a esta fe. Nuestra existencia debe responder a este don inmerecido, a esta gracia y posibilitar con nuestras palabras, pero sobre todo con nuestra vida que todos aquellos que sienten admiración y simpatía hacia Jesús puedan acceder al misterio profundo de su existencia.
Puedes acceder al texto del evangelio...
Puedes acceder al texto del evangelio...
No hay comentarios:
Publicar un comentario