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Lugar de las bienaventuranzas |
El
evangelio que leemos / escuchamos en la celebración de este domingo, el día de «Todos
los Santos», es el llamado «sermón de la montaña», del evangelio de Mateo,
donde Jesús enseña quienes son los «dichosos», los «bienaventurados». El número
de los que están ya disfrutando del amor en plenitud, de Dios, es incontable
(primera lectura, del libro del Apocalipsis); cada uno de nosotros ha conocido,
conoce a un buen número de ellos y de ellas. Ya no están físicamente entre
nosotros, pero siguen presentes de alguna manera, y actualmente están degustando
de la visión de Dios (segunda lectura).
La
«recompensa será grande»; ésta es nuestra esperanza. Pero la realidad del
«reino de Dios» es algo que se ha de empezar a construir hoy, aquí y ahora. El
conseguir que los pobres, los que lloran, los que sufren… sean dichosos es
tarea de toda la comunidad eclesial; no es una realidad que haya que esperar a
la otra vida. De la misma manera la solicitud por la causa de la justicia y de
la paz.
Los
«santos» son todos/as aquellos/as que se han empeñado (que se empeñan), de una
forma o de otra, en que el proyecto de Jesús se haga realidad en este mundo,
que comience a realizarse. Y es posible que algunos/as de ellos/as no sean
conscientes de que estaban (están) contribuyendo a la construcción del «reino
de los cielos», al que estamos llamados, todos y todas, a disfrutar.